¡ QUE HUEVOS !

El mundo de los toros, al que no pertenezco, es colorido, luminoso, valiente y peligroso.
Fotografiarlo es entretenido. Por un lado es un reto  sacar fotos diferentes sin poder casi ni moverte. Y por otro, se disfruta del ambiente de las plazas, en donde se convive al tiempo con el espectáculo de la arena y con los comentarios de tus vecinos, casi íntimos, dada la estrechez de los asientos.
En mi primera vez cámara en mano sobre el tendido, probé a manejarme con el modo Manual (M) en contra de mis principios, y hube de pasar al semiautomático por la rapidez en que ocurren los acontecimientos, entre un sol y sombra constante que decide a veces el toro, a veces el torero. Era domingo en las Ventas, Fiestas de San Isidro.

Ni una oreja, ni un rabo, casi todo pitos para Padilla, aquí abajo, donde la belleza de los pases o la puesta de banderillas (Carlos DC, ¿se dice así?)  brilló por su ausencia.

Lo que está claro es que los cambiantes protagonistas no se quitan el ojo más que en momentos muy puntuales.

Y lo que me quedó todavía más claro es que ambos tienen muchos huevos. El uno físicos, el otro mentales. En este caso es Ferrero.

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